Vivimos en un mundo
absurdo en el que los niñatos aborregados recorren el mundo a costa de sus
padres, lanzándose a las piscinas desde los balcones de los hoteles,
bebiéndose hasta el agua de los floreros y quejándose de lo injusto
que es, que la policía opresora los eche a altas horas de la
madrugada de las calles dónde estaban tan a gusto vomitando,
consumiendo drogas, destrozando el mobiliario urbano, incrementando
la contaminación acústica o simplemente, durmiendo la mona (afrenta
grave). Un mundo en que aquellos que conforman los ayuntamientos,
contratan a los ineptos de sus colegas, inventándose cargos absurdos
y organizando pseudo-actividades cobradas a precio de oro, y que en
ocasiones sólo generan molestias al ciudadano, que además de sufrir
los estragos de las macro discotecas móviles, tienen que sufragar
los gastos de limpieza y reparación de los destrozos generados. Un
mundo dónde la televisión es la nueva ETT donde a nadie le importa
un pimiento tu CV, porque si lloras por la tele, hacen un llamamiento
y te colocan en menos de cinco minutos, aunque no sepas hacer la "o"
con un canuto. Así los empresarios quedan como benefactores de la
humanidad y las cadenas ni te cuento. Un mundo en el que el mero
hecho de que aparezca la palabra sexual
en la portada de un libro hace que sus ventas se disparen, aunque se
trate de una simple errata y dónde impera la cultura
del quejío. Donde la mayor aspiración
de jóvenes y no tan jóvenes es participar en un reality show
esperpéntico y salir llorando para dar pena que es lo que está de
moda, lo triste es que como el que llora en la tele hay cien mil,
pero ya se sabe, el que no llora no
mama.
Vivimos
en una miseria humana globalizada
donde en vez de ser tan organizados como los alemanes o los
japoneses, tan limpios como los franceses, tan civilizados como los
nórdicos, tan trabajadores como los chinos y disfrutar tanto de la
vida como los mediterráneos, bebemos tanto como los alemanes o los
nórdicos, somos tan vagos como los mediterráneos, tan sucios como
los chinos, tan egocéntricos como los franceses y estamos tan
estresados como los japoneses.
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