Estaba mirando el Facebook (en el que últimamente sólo comparto fotos bonitas, preferentemente de gatos súper amorosos, porque total para cuatro que lo ven tampoco hay que matarse mucho. Por lo menos que vean algo agradable las masas silenciosas que me apoyan) cuando me fijo en que tengo notificaciones (2 no nos vayamos a venir arriba) y lo abro pensando ver "a fulanito le gusta una foto que has compartido" / "menganito ha publicado en tu grupo de frikis". Pues no, me encuentro que pone "tu página Elena Cabanelas Zuriaga (ahí lo dejo por si alguien quiere llorar) no ha obtenido ningún me gusta esta semana" ¿No me digas? Ni las anteriores 52 tampoco, que la tengo abandonada desde hace eones porque no la miraban ni por equivocación. Que estoy escribiendo en la bitácora porque me aburro de tanto confinamiento. Gracias, Facebook, qué bonito detalle restregarme mi fracaso absoluto como community manager. Te ha faltado llamarmarme inútil de mierda y escupirme a la cara. Gracias por recordarme que he tirado a la basura al menos cinco años de mi vida estudiando filología para poder escribir en condiciones, es como si me hicieras un corte con un cuchillo oxidado y le pusieras sal y limón. Lo importante es que tengo que publicar más ¿publicar qué? ¿Fotos de gatos? ¿Nutrias reclamando mimos? ¿Conejos con sombrero? Ah no, que eso ya lo he hecho y tampoco funciona. Que la única que comparte mis publicaciones soy yo misma, y no le doy al 👍🏼 porque ya es el colmo del patetismo. Que al fin vi la luz y comprendí que para escribir para mí misma no necesitaba pegarme la matada, con una libreta me basta. Y para los idiotas que no se hayan dado cuenta si te pasas todo el día dando la turra con tu libro en redes sociales es imposible que escribas bien, básicamente porque no le dedicas suficiente tiempo. Si a setas, setas, si a Rolex, Rolex.