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sábado, 24 de noviembre de 2018

Los filólogos no existimos

Últimamente estoy en modo "fiel espada triunfadora" y, ya que me apetece quejarme, he decidido canalizar mi intolerancia a la injusticia para hacer algo de provecho y escribir esta entrada. Resulta que si lo llego a saber no cojo un puñeteros libro en la vida porque total, aquí el más idiota triunfa y si tienes más de dos neuronas te condenan al ostracismo. Lo de aprobar el bachillerato con un suspenso es ya el colmo de la vergüenza, aunque ya se hacía de tapadillo (y con más de una también) , cualquiera que haya sido profe lo sabe. Yo creo que la educación en España está para desmantelarla y reformularla desde cero, pero visto como se hacen aquí las cosas podrían enviar a los chavales una felicitación en su 16 cumpleaños en la que se incluyera como regalo el título de la Eso. A ellos les ahorraríamos el trauma de pasar por un instituto al que no quieren ir y a las arcas del estado un montón de millones. Pero eso no puede decirlo un filólogo porque la filología es esa cosa rara e inútil que sólo estudian un puñado de idiotas para acabar siendo profes o en la cola del paro. Se busca la opinión de un experto para cualquier estupidez pero para temas de lingüística o literatura el vecino del quinto te vale. La saga "crepúsculo" es alta literatura y decir o escribir "aiga" no sólo no nos escandaliza sino que nos parece correcto (eso por no hablar del lenguaje inclusivo, el aluvión de anglicismos absurdos y la estúpida manía de escribirlo todo con "k") Ni siquiera he encontrado una viñeta sobre filólogos, he tenido que conformarme con una sobre profes de lengua que es donde acabamos la mayoría en el mejor de los casos. Por cierto, lo que dice la viñeta es tal cual, aunque debería añadir "madre sustituta". 

jueves, 22 de noviembre de 2018

Sucesos para anormales en Cuarto Milenio

No me gusta la tele, para que vamos a engañarnos. Quiero que quede claro que no es por esnobismo ni nada parecido. A la primera que le gusta ver un programa distendido o una película de palomitas es a mí. No me limito a ver cine de autor y sesudos documentales, pero me repugna en lo que se está convirtiendo la programación. Se trata de saber quién grita más y quién tiene la moral más deleznable. Lo que sea con tal de salir en la tele. Con los últimos ralitys que están haciendo (y que acabas viendo por narices a la que zapees un poco. Los anuncian y los resumen a todas horas) está quedando patente que el tema se les está yendo de las manos y da igual la cadena o la naturaleza del programa. Uno de los pocos programas que me gusta ver es Cuarto Milenio. Los temas son interesantes (obviamente unos más que otros) y nadie grita ni se falta al respeto. Pero los programadores parecen odiarlo. No paran de interrumpirlo con anuncios en mitad de las secciones, dejando a los pobres invitados con la palabra en la boca cuando lo tienen muy fácil para cortar entre sección y sección dada la estructura del programa. Y eso sin tener en cuenta que, como saben que tiene una audiencia fiel, lo cambian de horario constantemente. Aprovechan para ponerle delante el estreno de turno, por muy zafio que sea, y obligar a la gente que está esperando a verlo. Señores programadores: la gente que ve ese programa en concreto lo vería en cualquier otra cadena. Dejen de interrumpir una historia interesante con anuncios de programas cutres en los que unas chonis se tiran de las greñas. El público al que le gusta la carnaza no está viendo Cuarto Milenio. No es una crítica es una realidad. Con esa estrategia sólo van a conseguir que la gente se grabe el programa o lo vea por internet (otra odisea por cierto). Ya quedan pocos programas serios, dejen que la gente pueda disfrutarlos. 

sábado, 17 de noviembre de 2018

Cuatro traumas que me provocan las películas sobre el espacio.

Anoche estuve viendo armagedon. No la había vuelto a ver desde que viera en el cine y no me había gustado nada pero, dado que las circunstancias en las que la vi fueron bastante peculiares, decidí darle una segunda oportunidad con la esperanza de haberla juzgado mal. Lamentablemente la experiencia fue mucho peor y me hizo reflexionar sobre los cuatro traumas que me provocan las películas de astronautas.

1. El rollito patriótico. Interminables arengas sobre la paz, la libertad, el heroísmo salvar al mundo,bla bla bla...Eso sin contar que aparecen banderitas (de EEUU, por supuesto) hasta en la sopa. Antes de rescatar a tu compañero moribundo debes poner la banderita recta porque, si tu amigo se muere, le da dramatismo y queda profundo pero, si dejas la bandera en el suelo, eres un enemigo de la patria. Aburre, de verdad, no hay quien lo aguante. 

2. Todos los ciudadanos del mundo excepto los de Estados Unidos parecen ser amish. Antes todo sucedía única y exclusivamente en Estados Unidos y en las ciudades grandes, nada de que aterrice un platillo en un pueblo perdido de Wisconsin. Con el paso de los años la tendencia ha sido hacer el fenómeno global (porque lo otro era totalmente inverosímil) pero cuando aparecen ciudades de otros países todo está desfasado, sobre todo los coches. Si aparece París, por ejemplo la gente circula en un dos caballos y se quedan tan anchos. Y así con el resto de países. Esto directamente resulta insultante. 

3. Los emojis andantes de la sala de ordenadores de la Nasa. En las películas de astronautas siempre se ve todo desde dos puntos de vista: el espacio y la sala de ordenadores de la Nasa. El único cometido de los seres ovinos que habitan en esta sala es informar al espectador de lo que debe sentir: que están todos en peligro, ponen cara de susto y se llevan las manos a la cabeza. Si muere alguien lloran y al final, cuando se soluciona todo, siempre en el último segundo, se levantan y aplauden. No tienen ninguna función más, eso sí, siempre son muchos.

4. El manidísimo plano de todos los astronautas avanzando en abanico, mirando al infinito y poniendo cara de héroes. No hay más que comentar. Está tan trillado que resulta ridículo. Dejad de hacerlo. Por favor. 

Hasta aquí mis principales traumas espaciales, hay algún otro pero no es tan específico del género.