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miércoles, 27 de junio de 2018

La novela juvenil está haciendo mucho daño

Lo que he dicho en el título, ni más ni menos. La literatura juvenil está haciendo mucho daño, en especial la que va dirigida a las chicas. Como lectora, como escritora, como filóloga y como ser humano me ponen los pelos de punta esos pastiches hipermasticados mezcla de todo y de nada con menos originalidad que una ameba y una estructura narrativa que no hay por dónde cogerla. Ya no me meto en si están mejor o peor escritas. Claro que hay buenas novelas juveniles, pero me alucina que hace no tanto tiempo se consideraba juvenil El Conde De Montecristo, una de las mejores novelas que he leído, y con un estupendo mensaje que hace que el lector se plantee una serie de de cuestiones  existenciales importantes, y ahora la mayor complejidad radique en que la protagonista (porque como la mayoría de adolescentes que lee son chicas, una gran parte de la industria se centra en ellas) decida con qué malote de pacotilla se queda porque todos se mueren por sus huesos. Ahora todo son distopias  recauchutadas en las que una protagonista pánfila y estúpida como pocas de repente se pone a jugar a ser superguerrera.  Y digo jugar porque las superguerreras de verdad no son pánfilas, ni sueltan esa sarta de tonterías moralizantes que parecen más un libro de autoayuda que la reflexión de un personaje. Iba a poner una foto pero tampoco quiero centrarme en una en concreto porque no sería justo. Ahora lo que mola es ser estúpido y maleducado  y hacer lo que te de la gana sin tener en cuenta las consecuencias. Esos son los valores que se están transmitiendo nos guste o no y de manera simple y poco elaborada que leer cansa y tengo que entender todas las palabras porque los diccionarios son muy difíciles de manejar.  

domingo, 17 de junio de 2018

Debate sobre la técnica y la inspiración


Hoy vuelvo a estar filosófica y voy a retomar el eterno debate entre la técnica y la inspiración. Hay quién no cree  que la inspiración exista y que todo se basa en tener una técnica depurada y precisa. Nada más lejos de la realidad. Es innegable que tener una buena técnica es imprescindible porque ¿de qué te sirve que tus ideas sean geniales si cuando las plasmas sobre el papel no las entiende ni el tato? Por el contrario puede que escribas estupendamente pero tus ideas sean un tostón de campeonato. Lo suyo es un equilibrio. Debes tener buenas ideas y saber plasmarlas como se merecen. Si has de pecar de algo (siempre teniendo las dos) es mejor pecar de inspirado que de técnico. Me explico: una novela con una buena base y una ejecución técnica mediocre (que no pésima) siempre resultará más entretenida que una ejecución perfecta y un argumento de aquellos que no hay por donde cogerlos. Y voy a poner dos ejemplos: Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán y El Escándalo de Pedro Antonio de Alarcón. La primera es un exquisito brocado lingüístico, dudo que haya muchas obras tan bien escritas pero, sinceramente, fui incapaz de leerla. La segunda, no estando ni de lejos tan bien escrita, tiene algo que engancha y no puedes dejar de leer hasta llegar al final (que resulta decepcionante por cierto). Si alguién pudiera conseguir una novela tan bien escrita como el Guzmán y tan adictiva como El Escándalo nos hallaríamos ante la obra perfecta. Una vez dicho esto voy a hablar de mi experiencia personal como escritora. 
He leído un montón de artículos con consejos y pautas de cómo se ha de escribir una novela. Que si tienes que hacerte un esquema, que si tienes que organizar los arcos argumentales y saber desde el primer momento lo que va a suceder desde el principio hasta el final...seguro que son buenos consejos y a mucha gente puedan resultarle útiles a la hora de organizar su trabajo pero yo lo he intentado y soy incapaz de hacerlo. Soy una persona organizada, constante y disciplinada, pero mi musa es una cachonda y me juega muy malas pasadas. Al principio intentaba hacer fichas de personaje, esquemas y llevar un seguimiento de todo el proceso. Fue inútil. Como ya comenté en una entrada acerca de mis personajes las ideas vienen cuando les parece y a veces incluso te despiertan en plena noche para indicarte que debes cambiar el orden de los capítulos o la ubicación de un personaje. El proceso en sí mismo es apasionante aunque luego te lleve la vida ponerlo todo en su sitio. A veces me da la impresión de que durante el proceso creativo entras en contacto con otras realidades. Los personajes tienen vida propia y las acciones se revelan cuando lo consideran oportuno aunque ello comporte la tarea titánica de reestructurarlo todo. En definitiva creo que lo importante no es cómo se haga, cada autor es un mundo y tiene su forma de trabajar, lo realmente importante es que el resultado sea coherente y la novela buena.

lunes, 11 de junio de 2018

cómo volver loco a tu lector cero

El otro día hablé de los correctores y de lo importantes que son a la hora de editar un libro. Hoy voy a hablar de una figura aún más desconocida para el que no esté en el mundillo: los lectores cero. Técnicamente un lector cero es la primera persona que lee tu manuscrito después que tú. Los hay que lo hacen de manera profesional pero en la vida práctica cotidiana la mayoría son familiares o amigos que nos aprecian y tienen la santa paciencia de leer nuestros desvaríos antes de que el texto esté pulido del todo. Puede parecer una acción superflua pero como ya dije en relación a los correctores no es lo mismo leer tu texto que el texto de otro. Es importante que te lea otra persona porque tú lo tienes todo en la cabeza y lo sabes todo sobre los personajes, la localización, la vestimenta...pero eso a veces no se refleja en el texto. En mi caso concreto odio las descripciones largas, sobre todo porque si no están muy bien escritas resultan pesadas y a veces te pierdes entre los pliegues de un vestido en lugar de enterarte de qué está haciendo el personaje. No puedo evitarlo, soy una mujer de acción y prefiero dar cuatro pinceladas y dejar los detalles que no sean relevantes a la imaginación del lector, que tampoco hay que dárselo todo masticado. El problema es que a veces esas cuatro pinceladas se convierten en la nada. Yo leo la escena y la veo meridiana pero mi lector cero no. <<¿Dónde están?>> <<Está clarísimo, en la cueva>> <<Estará clarísimo para tí pero aquí no pone nada de que haya una cueva>> <<¿Ah no?>> <<No>>. Lo relees y efectivamente, la dichosa cueva no aparece por ninguna parte, tienes que describirla. También puede ocurrir que te pases por el otro extremo y te toque eliminar cinco páginas de descripción tediosa y redundante sobre lo fría y húmeda que era la cueva. Pero si quieres volver loco de verdad a un lector cero, crea tu propio universo literario, mueve a los personajes de un lado a otro y no hagas mapa. Eso y ponerle nombre hasta al camarero que trae el vino son motivo suficiente para que tu pariente o amigo te retire la palabra.