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jueves, 11 de junio de 2020

Cosas que te pasan cuando escribes

Después de escribir dos entradas absolutamente deprimentes he decidido hacer una más distendida. Puedo soportar tocar fondo pero no con recochineo y lo bueno que tiene todo esto es que al final te cansas de tu propia abulia y te da todo igual. Hoy voy a hablar de cosas que me ocurren cuando escribo. Supongo que les pasará a más escritores o tal vez no pero ahí van mis excentricidades. 


1. Pierdes por completo la noción del tiempo. "sólo un ratito" puede convertirse en varias horas. 

2.Te despiertas de madrugada porque se te ha ocurrido una idea y te tienes que levantar para apuntarla. Aunque luego acabes desechándola más adelante.

3. Las ideas se te ocurren en los sitios más inoportunos y bizarros. Esto distrae tu atención y puede hacerte quedar como un auténtico idiota, pero te da igual porque tu estás a lo tuyo con las musas. Según lo que estés haciendo puede resultar incluso peligroso. 

4 Los personajes toman vida propia. Ya hablé de este curioso fenómeno en una entrada anterior. 

5. Reordenas un millón de veces la historia. Esto incluye dividir y/o fusionar capítulos, cambiarlos de orden... Y otras cosas pueden llegar a desquiciar a tu lector cero

6. El ordenador te ataca. Empezando por el corrector y acabando por la impresora. Todo se desconfigura con el único fin de hacerte el trabajo imposible. 

7. Todo el mundo decide hacer ruido justo cuando más concentración necesitas.  En el momento clave aparecerá el camión de venta ambulante anunciando su mercancía con un megáfono mal calibrado y volverá loco al perro del vecino.

Podría seguir pero creo que con esta pequeña muestra basta para concluir que se te va un poco la olla. Pese a todo el proceso de escritura puede resultar muy enriquecedor. 


sábado, 13 de julio de 2019

A veces para documentarse hay que hacer el idiota

Cuando uno piensa en la labor de documentación de un escritor se lo imagina enterrado en un mar de libros o recorriendo bibliotecas en busca de antiguos legajos en los que sumergirse.
Esto no es tan fácil de hacer
 las espadas pesan bastante. 
Eso no siempre es así. Yo soy partidaria de documentarse lo justo. Hay autores que leen infinidad de libros para escribir una sola escena y luego se sienten obligados a plasmar en ella lo mucho que se han documentado escribiendo tediosas descripciones de quince o veinte páginas para indicar que en la estancia hay una bóveda. A mí entender has de saber qué es una bóveda y cómo es pero el lector no tiene porqué sufrir las consecuencias de tus ansias de documentación. Si el autor sabe de lo que está hablando se nota, no hace falta que haga alarde de ello. A veces resulta mucho más útil una pequeña experimentación empírica que largas horas de lectura. Por ejemplo, queda muy bien que el héroe vaya por ahí con su arco y su carcaj colgados a la espalda pero hasta que no te los pones no puedes saber que es fácil que se enreden y provoquen que tu personaje haga un ridículo espantoso, si es que no provoca que lo maten. Lo mismo pasa con las espadas, hasta que no coges una no eres consciente de lo que pesan y lo difícil que es manejarlas. Aún no he tenido la ocasión de ponerme una armadura pero sí un traje regional de mujer y, aunque era un poco de pega, me hago una idea de lo aparatosos que pueden resultar los trajes antiguos. De modo que no puedo describir que una gentil damisela haga según qué cosas con un atuendo determinado. En las pelis queda genial pero si te caes al agua con un miriñaque va a ser que te ahogas. 

lunes, 8 de julio de 2019

Haciendo experimentos con las redes sociales

Hace tiempo que no escribo en la bitácora porque he estado muy ocupada haciendo el oso con mis redes sociales. Si recordáis en entradas anteriores comentaba que soy una negada para las redes sociales y que mi Instagram da pena. No me desdigo de cuánto dije pero ahora mis redes ya no son tan patéticas porque he descubierto el maravilloso mundo de la almohadilla (#) a la que ahor
a todo el mundo llama hastag. La verdad es que más o menos funciona aunque tengo que acabar de pillarle el aire. Me ha aumentado el número de seguidores e incluso hay gente que le da al corazoncillo ese tan mono. En fin que estoy haciendo experimentos, cuelgo fotos de mis libros... Es divertido. Siempre y cuando no te obsesiones y te lo tomes como lo que es, una herramienta en el mejor de los casos y un divertimento en el resto. A lo mejor algún día incluso vendo libros🤣🤣🤣 pero para eso creo que aún tengo que aprender bastante. 

domingo, 9 de junio de 2019

Finalizando mi quinta novela

Por fin he terminado mi quinta novela que actualmente se halla en fase de corrección y lectura cero. No puedo adelantar mucho sobre ella sólo que es la continuación de vástagos del alcotán y por tanto la tercera de la hasta el momento trilogía. También adelanto que las brujas, que ya aparecen en la anterior entrega tendrán un papel importante en ésta. 

viernes, 18 de mayo de 2018

mi instagram da pena

Debería meterme a adivina. Como ya vaticiné en una entrada anterior, soy una negada para las redes sociales, y el hecho de que mi pronóstico se cumpliera a rajatabla lo ratifica: después de cuatro fotos y media de mis libros y una taza de café kawaii me vi obligada a recurrir al tristísimo recurso de buscar fotos bonitas de temática fantástica y compartirlas. 

imagen bonita de temática fantástica
Nivelazo. Y eso cuando me acuerdo o la tecnología me lo permite porque las fotos las tengo en el ordenador y sólo puedo colgarlas desde el móvil. Dejo el enlace en la bitácora porque las fotos me gustan y para que no se diga que no lo he intentado, pero la verdad es que el hecho en sí es bastante patético. Si al menos las imágenes estuvieran relacionadas directamente con mis libros tendría sentido pero mis aptitudes como ilustradora son más que dudosas. Hice el mapa porque mi lector cero iba más perdido que Kung Fu. Poner fotos de mis colegas leyendo mi libro de momento no entra en mis planes, con que haga el tonto yo es más que suficiente. 

sábado, 9 de diciembre de 2017

El por qué de los nombres de mis personajes

Una de las cosas que más sorprende a la gente que ha leído mis novelas de fantasía épica son los nombres de los personajes <<tienes que cambiar los nombres>> me dijo uno de mis lectores cero ante el borrador de El Lector De Linajes. (Para el que no lo sepa un lector cero es la manera técnica de llamar al familiar o colega al que le das la tabarra para que les eche un ojo a tus manuscritos antes de publicarlos, aunque hay gente que lo hace en modo más profesional). Otros no fueron tan tajantes pero todos coincidieron en lo mismo: cuando lees una novela de género fantástico lo último que esperas es que los protagonistas se llamen Diego, Leonor o Rodrigo. Parece que por fuerza tengan que llevar nombres eslavos o similares. Eso está genial si tu novela está ambientada en Finlandia, pero si los topónimos de tu universo tienen nombres como Villaroya o Burgoluengo resulta absurdo que el protagonista se llame Güendal. (ojo he visto casos similares). Todo debe tener una coherencia interna. Sé que existen generadores de nombres para ese tipo de novelas como este pero , al menos en mi caso son los personajes los que deciden su nombre y ponerles un nombre inventado me parece privarlos de parte de su personalidad. Ya hablé de que tienen vida propia en esta entrada.

sábado, 21 de octubre de 2017

domingo, 15 de octubre de 2017

martes, 10 de octubre de 2017