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domingo, 12 de diciembre de 2010

De cómo se me secó el cerebro

Siempre me fascinaron las historias y a fuerza de tanto escucharlas creo que nunca llegué a tenerlo lo suficientemente húmedo. Mi primera incursión en la literatura, fue una supuesta obra de teatro para representar con mis amigos del colegio, a la hora de tutoría. Se alargó tanto que se convirtió en un mamotreto. Obviamente nunca se representó. Requería demasiado atrezzo.<<La nave perdida en el espacio>> no era otra cosa que <<Galáctica, estrella de combate>> filtrada a través de mis ojos de niña. Más tarde me entró la supuesta sensatez de estudiar filología con el objetivo de refinar mis conocimientos lingüísticos a fin de  alcanzar mi verdadera vocación: la escritura. Mal hecho. descubrí que Cervantes, Clarín y compañía escribieron infinitamente mejor que yo. Anduve en trabajos más o menos basura, hice la ruta de las EETTTT... hasta que la frustración intelectual me hizo ver la luz y llegar a la conclusión de que no hace falta ser un Góngora para escribir novelas, o lo que se tercie.  Volví a escribir y acabé en la docencia.

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